.
.
.
.

CIRO_7Safe Creative #1207161978585

Imprimir capítulo
-La mansión-

Nunca me había cruzado con tantos piratas como en aquellos meses. Lo cierto es que nunca me había cruzado con uno antes de emprender aquel viaje y entonces era una persona distinta. Muchas cosas me cambiaron al salir de "casa" , la gente nueva, los nuevos lugares, experiencias... Pero especialmente los piratas... Su egoísmo su odio, el caos que dejaban a su paso... De lo que aprendí leyendo libros y escuchando distintos tipos de historias saqué una conclusión sobre ellos: Son las brasas de la antigua Tierra, la eterna guerra todavía activa. Si queríamos vivir en paz, y construir una civilización sin los errores de la antigua Tierra debíamos encontrar un lugar donde evitar todo aquello.

Alejándonos de nuestra última parada, avanzábamos sin mirar atrás. Llevábamos todo el día subiendo una colina que parecía interminable. El cansancio había agotado nuestra conversación y ascendíamos en silencio formando una larga y serpenteante fila.


Cuando alcanzamos la cima  pudimos ver de nuevo el mar, tan azul como infinito. No importa cuantas veces lo hayas visto antes, su inmensidad te abruma. El camino transcurría por el vorde de un barranco y nada interrumpía la vista del gran azul, por lo que me costaba prestar atención a mis pasos y tropezaba cada poco tiempo, no podía apartar la mirada del mar. La perfecta paz de su horizonte se convierte en una dura guerra al llegar a tierra. Se alza imponente y embiste con furia derramándose entre las rocas y convirtiéndose en espuma. Su sonido, un rugido constante que varía de intensidad continuamente,  producido por el agua al encontrarse con la tierra movida por el viento... es la cancion mas relajante que la naturaleza pudo componer. 

- Ciro !- gritó Adrián desde el principio de la fila señalando hacia el sureste - ¡ Es una fogata !

Una gran columna de humo salía de entre los árboles y ascendía hasta mezclarse con las nubes. Estaba tan  imnotizado con la visión del mar que no la había visto. Le hice una señal a Adrián y avancé hasta alcanzarlo. 

- Está a unas dos horas.- dijo.

- Deberíamos ir.- respondí 

- Sí pero no queda mucho día y debemos acampar, será mejor que vayamos mañana por la mañana.

- De acuerdo, busquemos un sitio.

- ¿ Qué tal aquella playa ?- Dijo Agalita señalando desde lo alto de una roca.

Desde allí se podía ver una enorme playa bien resguardada por los pinos cuyo final se perdía en una curva de la costa. Bajamos por el camino mas directo practicable y acampamos allí. 

Antes de que anocheciese ya nos habíamos instalado, y ya habíamos empezado a hacer la cena. Pusimos las luces y una gran mesa, hicimos una hoguera, asamos lo que habíamos cazado en las brasas y disfrutamos de una cálida noche en la playa.

Tras la cena algunos se fueron a dormir, otros pasearon por la playa y yo me senté en la arena a observar el mar... que al cesar el viento estaba de mejor humor. En aquel momento su superficie era tan lisa que reflejaba las estrellas casi sin distorsionarlas.

- ¿ Interrumpo ? - preguntó Agalita sentándose a mi lado.

- Claro que no - le respondí tras sobresaltarme, la verdad es que estaba tan distraído que me asusté cuando ella llegó.

- Te encanta el mar ¿ verdad ?

- Me gusta como me hace sentir.

- A mi me hace sentir triste... - dijo ella tras unos segundos de silencio - mi padre murió en el mar. Me gustaba observarlo, es  imponente, poderoso y lleno de vida, pero ahora no puedo dejar de reprocharle que se haya llevado a mi padre.

- No lo sabía - le respondí con compasión - ¿ Qué  pasó ?

- ¿ Damos un paseo por la playa ?

- Claro

- Fue cuando era niña, apenas tengo recuerdos de aquella época pero aquel día lo recuerdo como si fuese ayer. Yo nací en una cueva, en una playa muy parecida a esta y viví allí hasta los 9 años.  Mi padre salía a pescar todos los días en su pequeña barca... un día simplemente no volvió. 

Dos días después su barca apareció varada en una playa cercana. Yo solo tenía 5 años y me costó mucho asimilar que mi padre no volvería.

Caminamos por la playa mientras Agalita me contaba la historia de su padre. Había luna llena y se veía bastante bien. La temperatura era agradable, hacía un poco de calor pero corría una suave brisa que lo compensaba, todavía era temprano,  la playa parecía infinita y tenía buena compañía, que mas podía pedir.

- Tengo que hacer pis - Dijo Agalita - Iré detrás de aquel arbusto, vuelvo enseguida.

- Está bién,  te espero aquí 

Mientras esperaba vi una sombra extraña en la oscuridad, parecía un edificio tumbado en la arena con una parte en el agua. Cuando volvió Agalita se lo enseñé.

- ¿Qué crees ue es? pregunté

- Desde luego no es un edificio, es imposible.

Era difícil distinguirlo a aquella distancia así que comenzamos a caminar hacia allí.

-Creo que es... dijo agalita - es un barco...

-¿ Tan grande ?

- Un barco enorme

Al saber lo que era nos emocionamos y comenzamos a andar mas rápido sin apartar la vista del supuesto barco. Cada vez estaba mas claro, estaba tumbado por eso costaba distinguirlo pero sin duda era un barco. 

Era todo de metal estaba la mayor parte sobre la arena y parecía que había hechado raíces allí. 

Caminábamos cada vez mas rápido y mas emocionados cuando de pronto Agalita cayó de bruces al suelo repentinamente y algo comenzó a arrastrarla a toda velocidad hacia el mar. Corrí hacia ella lo mas rápido que pude, tenía una cuerda atada al tobillo eso era lo que tiraba de ella, pero ¿ qué tiraba de la cuerda? La alcancé y la cogí de las manos pero era incapaz de detenerla, nos arrastraba a los dos. Fuese lo que fuese lo que tiraba de aquella cuerda, tenía mucha fuerza así que decidí que la única manera era cortarla. Solté a Agalita me puse de pié, saqué la navaja del bolsillo y eché a correr hacia ella de nuevo pero esta vez me agarré a su pié. Con mucha dificultad y tragando mucha arena conseguí cortar la cuerda justo antes de que llegásemos al mar. 

Unos segundos después salió a flote a unos 100 metros  un gran tonel de metal, una especie de depósito. Sin duda la cuerda estaba atada a ese tonel y pasaba por una anilla en el fondo del mar y mientras salía a flote tiraba de nosotros hacia el agua.

Estábamos cansadísimos de tanto forcejear así que nos quedamos allí tumbados unos minutos recobrando el aliento.

-  Ya no me debes ninguna- dijo Agalita con la respiración aun muy agitada.

- Cierto, je, je- respondí -Sin duda era una trampa.

- ¿ Porqué pondrían aquí una trampa ? se preguntó Agalita.

- Quizá haya algo en el barco.

- Es posible. será mejor que regresemos al campamento, podemos volver aquí mañana con mas gente y mas cuidado. 

- Estoy de acuerdo.- dije yo.

Nos levantamos y subimos hacia el bosque, queríamos volver por donde no se nos viese demasiado pues temíamos que si alguien había puesto esa trampa nos podía estar viendo huir. Caminábamos deprisa pero seguíamos cansados, me giré para ver el barco una vez mas y entonces  el suelo se desmoronó bajo mis pies,  Agalita me cogió de una mano pero la arena caía hacia adentro con mucha fuerza y nos fuimos los dos al pozo. 

Antes de llegar al fondo había una red sujeta a las paredes del hollo que detuvo nuestra caída con relativa suavidad. No era demasiado profundo, pero lo suficiente como para no poder salir de allí sin ayuda. 

- ¿ Estas bien ?- pregunté

- Sí¿y tú?

- Estoy bien aunque... creo que tengo tu codo marcado en las costillas.

- Lo siento.

- No es nada. Creo que tendremos que esperar aquí a que nos vengan a rescatar.

- Primero tendrán que encontrarnos. Además, si alguien puso esta trampa supongo que vendrá a comprovarla.

- Bueno..., cuando alguien venga lo sabremos.- Dije. 

Nos acomodamos y nos concienciamos de que tendríamos que pasar allí la noche. Lo único que me reocupaba era que el autor o autores de trampa fuesen piratas.

- Me vuelves a deber una- dijo Agalita ocultando media sonrisa

-¿ Por qué ? si no evitaste que cayese..

- Pero me arrastraste contigo- dijo ella

- Tú me diste la mano para ayudarme!

- Y si no la hubieras cogido estaría arriba y podría buscar una cuerda para sacarte.

- Pues... em... pues no se igual tienes razón.

- Ey tranquilo, solo bromeaba... te habría intentado agarrar de todas formas.

...

 - El gran fallo ha sido no traer un comunicador, no esperaba que el paseo se complicase de esta forma.

- Ahora solo nos queda esperar así que acomódate e intenta dormir.

Agalita se quedó dormida con una increible facilidad y no se movió en toda la noche. Yo, tras muchas vueltas en aquella incómoda red de cuerdas gordas, conseguí conciliar el sueño pero apenas dormí un par de horas. 
...

- No parecéis piratas! Dijo la voz que nos despertó por la mañana.

Abrí los ojos y al recobrar la consciencia distinguí una figura a contraluz que nos observaba desde el borde del pozo.

-Porque no lo somos- le respondí. - ¿ Quién es usted?

- ¿ Cómo sé que no sois piratas ? ¿Y qué hacéis aquí ? preguntó la figura. Mis pupilas aun no se habían adaptado a la luz y no lo podía ver con claridad.

- Oiga... no se como demostrarle que no somos piratas ¿ cómo sé que no es usted pirata ?

- Buena respuesta- dijo

- Viajamos con 44 personas mas,- continué, - acampamos cerca de aquí para pasar la noche y salimos a dar un paseo por la playa. Entonces vimos el barco nos acercamos con la intención de curiosear pero las trampas no nos dejaron. Oiga, llevamos aquí toda la noche ¿ podría sacarnos ?

Sin mediar palabra se retiró. Nos quedamos los dos viendo hacia arriba con  la mano en la frente para tapar el sol  y los ojos entreabiertos. Sin saber que había decidido aquel señor ni que iba a hacer. Al cabo de unos segundos volvió a aparecer y nos tiró una escalera de cuerda.

- Me llamo Blanco- dijo cuando llegamos arriba- espero poder fiarme de vosotros.

- Como ve no vamos armados- dijo Agalita - no somos ninguna amenaza. Yo soy Agalia.

- Y yo me llamo Ciro,- dije yo.

- Estas trampas son para defendernos de los piratas. Siento que hayáis caído en una pero es que no suele venir nadie por aquí de noche a excepción de alguno de ellos.

- ¿ Vive usted en el barco ? le pregunté.

- Así es, vivo con mi familia, - respondió- nunca pensé que fuésemos a tener una mansión en la playa ni aunque se acabase el mundo,  je, je... y ahí está.



Al ver el barco con la luz del día me quedé asombrado. Era un enorme barco de guerra, todo de metal y a pesar de estar parcialmente sumergido no tenía ni una sola gota de óxido. Había sido modificado hasta convertirlo en una casa. Estaba totalmente tumbado  y apuntalado con columnas de madera para que no se moviese. Habían practicado orificios rectangulares en el casco en los que habían puesto ventanas,  puertas y balcones de madera y estaba todo adornado con maceteros con flores de todos los colores. 

La cubierta era la fachada de la casa y entramos por una puerta que habían hecho en ella a un cuarto de dimensiones muy extrañas.

El barco estaba tumbado, por lo que en su interior las habitaciones tenían una pared por suelo y otra por techo, como resultado las habitaciones eran bastante estrechas, muy largas y muy altas aunque muchas de las paredes originales habían sido eliminadas para crear salas mas grandes y de dimensiones mas normales.

Subimos por una escalera en la pared, Blanco abrió una puerta en el techo y llegamos a la estancia principal de la casa. Era un sitio muy amplio, cálido y acogedor, el suelo estaba cubierto de alfombras y tres de las cuatro paredes estaban forradas de madera, la cuarta era una gran cristalera con vistas al este que dejaba entrar todo el sol de la mañana. Estanterías llenas de libros, una gran mesa rodeada de sillas y unos sofás de cara a la chimenea.

Allí estaban dos de sus hijos y sus esposas.

- Mirad lo que pesqué..! - dijo Blanco al entrar.-... Estos son Ciro y Agalia
, me los encontré durmiendo en el hollo esta mañana.

- Hola yo soy Cian- dijo uno de ellos levantándose a recibirnos - y esta es mi mujer Esmeralda.

- Un placer- respondimos Agalia y yo a la vez.

- Magenta - dijo la otra chica mientras levantaba una mano.

- Y yo soy Ámbar- dijo el último. 

- Falta mi otro hijo, Ocre, es el mayor pero el único soltero. Todavía sigue en la cama, siempre le cuesta levantarse.

- ¿ Qué hacéis por aquí?- preguntó Magenta.

- Viajamos con un grupo de gente- Dijo Agalita- somos 46. Buscamos mas gente y un buen sitio donde asentarnos permanentemente. Ayer vimos esta playa desde una colina al oeste y decidimos montar campamento aquí para pasar la noche. Después de cenar Ciro y yo dábamos un paseo por la playa cuando vimos el barco. Desde lejos y en la oscuridad no se distinguía bien pero sabíamos que era un barco, nos acercamos a curiosear y tras librarnos de una trampa que casi nos arrastra al mar caímos en otra en la que pasamos la noche.

- Uf, no creo que esa red sea muy cómoda..- dijo Cian.

- La prefiero antes que una cama- dije yo.

- ¿ Caísteis en otra trampa ?- preguntó Blanco-  ¿ Os habéis hecho daño ?

- No tranquilo- respondí yo - estamos bien. Pero deberíamos ir a avisar a nuestros compañeros estarán preocupados.

- A estas horas ya habrán salido a buscarnos.- dijo Agalita.

- Lo que tenéis que hacer es comer algo- dijo Esmeralda apartando dos sillas de la mesa.- El desayuno ya está listo y no pasa nada por que os busquen 10 minutos mas.

Nos sentamos a desayunar con ellos y los conocimos un poco mas. Nos contaron su historia, como pasaron la guerra y como llegaron allí. Habían convertido aquel barco en un buen hogar para su familia y gracias a las trampas tenían tranquilidad.  Nos ofrecieron trasladar nuestro campamento a cerca del barco si queríamos quedarnos mas tiempo, así sus trampas nos protegerían de los piratas. Dijimos que lo hablaríamos con los demás pues la intención inicial era seguir a la mañana siguiente

Cuando acabamos el desayuno conocimos a Ocre y nos acompañó hasta nuestro campamento para evitar las trampas. Al llegar allí nos informaron de que un equipo había salido en nuestra busca y otro en dirección a la fogata que vimos el día anterior. Por suerte ellos sí llevaban el comunicador, les dijimos a ambos equipos que volviesen pues nosotros estábamos allí y la fogata era un señuelo que Blanco había colocado para desviar a los piratas de la ruta de la playa.

Trasladamos el campamento a las cercanías del barco pues a todos les gustó la idea de quedarse mas tiempo en la playa y nos olvidamos por unos días de tanto caminar, subir, bajar, acampar, desmontar...

Pasamos allí cuatro días. Blanco y su familia eran gente super acogedora y la casa que habían construido en el barco me sorprendía cada día mas por lo ingenioso de  su adaptación. 

Al principio tenían electricidad manteniendo encendida una parte del motor del barco, pero aunque consumía muy poco combustible, con el tiempo se les acabó y se quedaron sin luz, así que decidieron abrir ventanas por todo el barco. También le habían puesto algunos tejados en partes que lo necesitaban y algunos cañones habían cambiado de sitio para convertirse en chimeneas.

La mitad trasera a penas la utilizaban pues el barco era enorme y solo vivían allí seis personas. En la proa  estaba la entrada principal, una puerta en la cubierta que como expliqué antes, daba a un cuarto con unas escaleras que llevaban a la sala principal, pero ademas de esa escaleras había dos puertas a ambos lados. Por la izquierda se accedía a la cocina y por la derecha al almacén. Desde la sala principal también se podía acceder a la cocina pero al entrar estabas a cinco metros del suelo y tenías que bajar por una escalera en la pared. Lo mas curioso eran los pasillos. Desde la cocina o desde la sala se podía acceder al pasillo de los camarotes, hacia el oeste, hacia el fondo del barco. Lo curioso es que por aquellos pasillos andabas sobre las puertas y tenías mas puertas sobre la cabeza. El techo estaba muy bajo, pues era un pasillo estrecho tumbado, y teníamos que andar un poco agachados. Para entrar en un camarote abrías una puerta en el suelo y bajabas, o en el techo y subías. Resultaba bastante curioso. 

Esa era la zona común de la familia, donde se reunían todos, pero hacia el centro del barco tenían cada pareja su estancia particular, algo así como casas a parte. Cada una de ellas tenía su cocina, salon, baños y dormitorios, pero para los desayunos y las cenas solían reunirse todos en la sala principal. 

Fueron unos días tranquilos. Por las mañanas algunos salíamos a pescar o recoger verduras y hortalizas y otros organizaban la comida multitudinaria, éramos tantos que cuando comíamos todos juntos se convertía en una fiesta y así fué aquellos 4 días. Por la tarde descansábamos en la playa, nos bañábamos en el mar o dormíamos un poco a la sombra. 



Ocre me contó algunas historias de los muchos viajes que hizo antes de los bombardeos. Desde muy joven había empezado a viajar por el mundo y no paró hasta que le obligó la guerra. Cuando empezaron a sonar las sirenas Ocre estaba a miles de kilómetros de su familia y tuvo que recluirse en un búnker durante dos años conviviendo con desconocidos y sin saber nada de su familia. Cuando salió fue directamente a buscarlos y se quedó con ellos desde entonces. 

En sus viajes había conocido mucha gente, muchas culturas diferentes con formas de pensar y de vivir diferentes. Aquellas historias me hicieron ver la antigua tierra de otra forma, no todo era odio y guerra, si no que había mucho de lo que tomar buen ejemplo.

También conocía muy bien la zona y nos hablo de un pueblo casi deshabitado que estaba en muy buenas condiciones no muy lejos de allí.

- Cuenta con mas de cincuenta casas que podéis rehabilitar o reconstruir- me dijo -  dos fuentes de agua potable y tierra fértil. Además está en la cima de una colina por lo que es fácil de defender.

- Suena bien.

- En el pueblo vive un señor llamado Ugaitz - continuó - Ha vivido allí toda su vida. Durante la guerra, su mujer y su hija murieron en el búnker víctimas de una enfermedad para la que no tenían cura a su disposición. Al salir, Ugaitz volvió al pueblo sólo y allí se quedó. No le importaba que nadie mas volviese, sin su mujer y su hija se sentía sólo en el mundo de todas formas.

Ocre lo visitaba a menudo y aseguraba que nos recibiría con hospitalidad y accedería gustoso a compartir el pueblo con nosotros.

Así que tras cuatro días de descanso decidimos partir. Aquel pueblo parecía un buen lugar y podría ser un destino definitivo, si podíamos habilitarlo y defenderlo podríamos quedarnos a vivir allí permanentemente y dejar de ser nómadas, podría ser el hogar que buscábamos.

Antes de irnos les ofrecimos a nuestros recientes anfitriones que se uniesen a nosotros pero su respuesta era predecible. Vivían cómodos y seguros en el barco y eran felices allí. Además, si querían visitarnos no estaríamos a mas de un día de camino.

Ocre nos acompañaría hasta el pueblo para mostrarnos el camino y presentarnos al señor Ugaitz. Pero volvería con su familia al día siguiente.

Reunimos a nuestra gente y desde un balcón del barco les di la noticia.

- ¿ Me escucháis todos ?... ¿ Se me escucha detrás ?...

- Dilo ya...- me increpó Agalita nerviosa dándome un pequeño empujón.

- Sé que estáis todos muy a gusto descansando en la playa... - Dije alzando la voz para que me pudiesen oír todos - pero creo que no os disgustará la idea de irnos porque, em... Como algunos sabréis Ocre conoce muy bien la zona y... hemos estado buscando todo este tiempo... em...

- Al grano..- dijo Agalita

- ...PUEDE QUE HAYAMOS ENCONTRADO EL SITIO QUE BUSCÁBAMOS!- Dije al fin. 

La multitud se alborotó emocionada y aunque todos estaban hablando y dudaba que nadie escuchase continué hablando - es un pueblo cerca de aquí, agua potable tierra fértil y sitio para todos y mas.

- Vamos Ciro - dijo Agalita - Empecemos a recoger.

Nos despedimos debidamente de Blanco y su familia y nos pusimos en marcha. 

Agalita encabezaba la caravana montada en Norte, ansiaba llegar y solo miraba al frente. Tango y Ocre caminaban detrás charlando sobre las aventuras de cada uno y tras ellos Adrián Lata y yo no parábamos de hablar de como reformaríamos el pueblo.

- Puedo instalar el sistema eléctrico - dijo Lata - pero las placas solares que tenemos no serán suficientes.

- El búnker convento no queda demasiado lejos - dijo Adrián - Podríamos organizar salidas periódicas e ir trayendo material de allí.

- Es buena idea - dije yo - y no solo las placas solares, recuerdo una gran biblioteca de la que solo aprovechamos una pequeña parte.

- Y en la despensa aun quedaba bastante comida- dijo Lata.

- No la necesitamos- dije yo - produciremos nuestra propia comida. Tendremos tierras fértiles, podremos plantar frutas verduras y hortalizas y habrá amplios bosques para cazar. Podremos tener un corral con gallinas y cerdos, y ordeñar la leche de las vacas...

- Ciro ¿ cómo sabes todo eso ?- preguntó sorprendido Lata.

- Lleva una temporada durmiendo en el carro de los libros - respondió Adrián resolviendo su duda. - No te emociones - me dijo -todo eso es cierto y está muy bien pero debemos ser sensatos. Puede que lo primero que plantemos no nazca bien por falta de experiencia, puede que tardemos en encontrar las buenas zonas de caza y para criar tendremos que encontrar animales adecuados. Es muy probable que tardemos una temporada en ser autosuficientes allí, en cuyo caso esa reserva no nos vendrá nada mal.

- Tienes razón - respondí - son los nervios, tengo muchas ganas de llegar.

- Materiales de construcción - dijo Lata.

- Necesitaremos mayormente piedra y madera, - respondió Adrián - que habrá por la zona, y podemos aprovechar bastante metal del convento, pero tendremos que pensar una forma de hacer tablas, vamos a necesitar muchas y con la motosierra de mano que tiene Lata no acabaríamos nunca.

- ¿ La motosierra es esa espada eléctrica con dientes que giran ?- pregunté

- Sí - respondió Adrián - se usa para cortar madera y se pueden hacer tablas de un tronco con ella pero es lento e incómodo. 

- Podríamos fijar la sierra en horizontal sobre un soporte fijo... - dije yo mientras lo pensaba - ... Ponemos una mesa un poco mas baja donde se apoyen los troncos y solo hay que empujarlos hacia la sierra.

- Buena idea - dijo Lata.

Hacia el final de la tarde y muchos planes después llegamos al tramo final del camino. Cómo no, una gran pendiente, larga, muy empinada y con un camino en muy malas condiciones.

- El pueblo está en la cima de esta colina- dijo Ocre señalando.- Ya casi hemos llegado- Tras decir esto se apartó a un lado para dejarnos pasar y echó una mano a la rodilla con un gesto de dolor.

- ¿ Estás bien ? - Le preguntó Tango.

- Sí, tranquilos - respondió él quitándole importancia.- No es nada, solo una vieja lesión que me molesta un poco de vez en cuando.

- Llevamos muchas horas sin parar - dije yo - será mejor que esperes a que pase alguna de las carretas y descanses lo que queda de camino.

- No sé,  puede que sea lo mejor... en realidad me duele bastante. Decidle al señor Ugaitz que vais de mi parte y que yo llegaré después. 

- Claro, no te preocupes- le respondí.

Mientras subíamos me quedó clara una cosa, el acceso al pueblo era una de las primeras cosas que había que arreglar. El camino ascendía recto hacia la cima, sin a penas curvas, era muy empinado y lleno de piedras que se desprendían y rodaban colina abajo, además era demasiado estrecho para las carretas y en algunas zonas costaba bastante hacerlas pasar. 

Cuando llegamos arriba, un señor de unos 55 años nos esperaba en la entrada del pueblo.

- Supongo que es usted el señor Ugaitz.

- No vive mucha mas gente aquí - me respondió dándome la mano - 

- Yo soy Ciro, venimos con Ocre, llegará en una de las carretas. Buscamos un sitio donde instalarnos permanentemente y Ocre nos habló de este pueblo y nos dijo que a usted no le importaría compartirlo con nosotros.

- Claro - respondió - Hay muchas casa que podéis habitar. Esta es la mía - dijo dirigiéndose a la primera casa del pueblo-Entrad, os invitaré a algo. Debéis estar sedientos.

- Entramos en la casa Adrián, Tango, Agalita y yo y nos sentamos. El señor Ugaitz abrió todos los muebles de la cocina hasta que encontró los vasos, los puso sobre la mesa y nos sirvió agua de una cantimplora.

- Bebed todo lo que queráis, - dijo - debéis estar exhaustos, la subida al pueblo es muy dura. 

- Desde luego, - dijo Tango.

- ¿ Tenéis comida ?¿Necesitáis algo ?- Preguntó el señor Ugaitz.

- No se preocupe, tenemos comida- Respondió Agalita - Al menos para un par de días. Pero nos organizaremos para cazar y pescar. He visto que hay un río cerca.

Mientras hablaban me fijé en unos papeles que estaban en el suelo. Eran dibujos hechos por un niño, mas concretamente por una niña, la hija de Ugaiz. Estaban rasgados y habían sido arrancados de la pared junto a la que estaban, donde había algunos mas. Era extraño que los hubiese dejado allí. Entonces recordé cuando buscó los vasos, necesitó revisar todos los armarios para encontrarlos.

- ¿ Quieres mas agua ? - me dijo Adrián dándome la cantimplora.

La cogí y me quedé petrificado al verla. Hasta entonces no me había fijado pero al cogerla no me cupo duda. Era mi cantimplora... la que los piratas me quitaron en Villa Tortuga... Me quedé  pensando como advertir a mis amigos sin llamar la atención cuando entró Ocre. 

- Hola - dijo al entrar - ¿ Dónde esta el señor Ugaitz ?

- Soy yo - le respondió

Ocre se giró hacia él extrañado. 

...

- No... usted no es ¿ Qué pasa aquí ?

Eso era lo que pasaba, que no era el señor Ugaitz, por eso no sabía donde estaban los vasos. Y por desgracia solo había una explicación para la cantimplora, era un pirata de Villa Tortuga

Una de las puertas del interior de la casa de abrió dando un golpe y allí estaba,  rezumando hedor y prepotencia, sonriendo satisfecho y acompañado de 6 piratas más, El Líder.

- Atadlos a las sillas - 



Imprimir capítulo

No hay comentarios: